miércoles, 21 de noviembre de 2007

Entre libros

Tu interminable seducción con la mirada, entorpece mi concentración. Tropiezo con las hojas del libro en turno, mientras en secreto, volteo ligeramente la mirada, te observo, te analizo y me sonrojo cuando nuestras miradas se encuentran. Continúo metido en las historias contadas en las páginas de mi libro, sentado en este sillón rojo. Parece que estoy en la inopia, al creer que sólo estamos tú y yo, pero sigo escuchando ruido, la gente caminando a paso lento, las voces sigilosas para no molestar a los demás lectores, el sonido de los libros al ser acomodados y tomados de su lugar.

El tiempo aquí, transcurre lento, con segundos perpetuos, que me permiten viajar cada vez más rápido a lugares inexistentes, creados por alguien más, y adornados con mi imaginación.

El sonido de un celular quebranta de nuevo mi viaje, igual como lo hace tu presencia, tu mirada. El hombre dueño del celular contesta rápidamente con un gesto de vergüenza; volteo a ver mi reloj, marca cuarto para las nueve de la noche, me doy cuenta de lo tarde que es. Ya es hora de partir a casa. Pero antes, vuelvo a verte, a sonrojarme cuando tú me miras. Sigues metida en la pantalla de tu computadora, pero a escondidas me ves mientras recojo mi saco y mi libro, creyendo que no me doy cuenta. De pronto pienso que no debo irme, sin antes saber algo de ti, sin conocerte. Con mi libro en una mano y el saco en mi hombro, me acerco a tu lugar, me paro justo delante de ti, detrás de tu computadora. Parece que no te has dado cuenta de lo que sucede, pero noto el rojo que pinta tu rostro, y que resalta en tus orejas. Me inclino hacia ti y digo a la vez -pronto nos volveremos a encontrar en algún lugar, en un nuevo instante, en un temeroso suspiro de esta gran ciudad-.


Buscando ochenta páginas extraviadas de mi libro...
Misil Azul

martes, 6 de noviembre de 2007

Sin viaje


Hoy no quiero escribir para él, ni ella, tampoco para la lejanía, sino para ti.

No quiero hacerte sentir bien, ni tomarte de la mano, simplemente hoy no hablaré de mis viajes.

Un pensamiento, eso te dedico, uno cada noche esperando encontrarte, uno cada tarde de lluvia melancólica en la que puedas llorar, una novela imaginaria capaz de tocarte, un deseo infalible, una caricia inaudita sin previo conocimiento, un baile pegado al son que quieras, un nuevo nombre con el que nadie te reconozca, ni pueda llamarte, una sonrisa en tono alto, una muerte sin agonía, la carta que siempre quisiste.

Te reto también a quererme, a pensar un momento en mí, a reír conmigo, a crear una nueva familia, a dejarme sin remordimientos o simplemente, olvidarme sin motivos.

Lo único que quiero es que mi mejor amiga no me acompañe, que la soledad no se apodere de mí, ni se quede conmigo.


Misil negro