jueves, 10 de mayo de 2007

Esta era una nueva misión, la torre de control nos llamó a los dos, teníamos que recuperar unos versos muy importantes que habían caído sobre el mar, y lo peor es que la estrella polar se debilitaba cada día mas, si no los recuperábamos, la esperanza desaparecería.

Había algunos detalles que preparar, entre ellos unas fallas técnicas que en el camino se presentaron.
Sin embargo mientras el mundo se hacía cada vez mas lejano, íbamos contando las historias que nos unían y algunas mas que tan solo nos hicieron recordar, sin darnos cuenta de que el camino era difícil y llegaríamos en la noche, cuando la luz era mas tenue y la búsqueda mas complicada.

Cuando caímos sobre la húmeda arena, disfrutamos de los placeres que el universo creó, y durante tres días estuvimos en la búsqueda. Por las noches, escuchábamos en la nave “siempre me dejas”, mientras que soñábamos con hadas, duendes y muerte real.

Pero nuestras mañanas eran de arduo trabajo, buscar en aquella inmensidad los versos, pero las olas no dejaban entrar al corazón del mar, solamente nos alejaban, y hacían respetar su decisión.

El ultimo día, estuvimos buscando, en la arena, en el faro, en los botes, en lo profundo del mar, y para darnos una lección, en ese pequeño pedazo de océano, encontramos todo: un caracol.
Regresamos a la base, abrimos la palma de la mano y ahí estaba: la sal del mar, su vida y su sonido en portátil.


Reportando desde un grano de arena:
Misil negro

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